Durante mi charla reciente en la Uniremington, compartí una reflexión sobre cómo la robótica educativa y la inteligencia artificial están transformando no solo la forma en que aprendemos, sino también la manera en que conectamos el conocimiento con la acción.
La educación del siglo XXI nos invita a crear, experimentar y descubrir, integrando ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas en experiencias significativas que inspiren a nuestros estudiantes.
Desde los primeros autómatas hasta los sistemas mecatrónicos actuales, la robótica ha sido el reflejo del deseo humano de comprender y recrear la inteligencia y la acción.
Hoy, este campo se convierte en una herramienta educativa poderosa que estimula la creatividad, el pensamiento lógico y la resolución de problemas reales.
En la Uniremington – Sede Sahagún, esta visión se materializa a través del Semillero de Investigación RemiBots, creado en 2020 para que los estudiantes de la Facultad de Ingenierías apliquen sus conocimientos de programación, electrónica y física en el desarrollo de modelos robóticos reales.
Allí, cada proyecto representa un aprendizaje vivo, donde la teoría cobra sentido al convertirse en acción.
Una de las principales herramientas que hoy impulsa el aprendizaje en robótica es la Inteligencia Artificial (IA).
Gracias a ella, cualquier persona puede comenzar desde cero, sin importar su edad o formación.
La IA nos permite generar código, diseñar circuitos, simular proyectos y obtener explicaciones personalizadas para cada tema.
En el semillero, la IA se ha convertido en una compañera constante:
“A la Inteligencia Artificial puedes pedirle casi cualquier cosa relacionada con tu aprendizaje o con tus proyectos.”
Este acompañamiento ha permitido a los estudiantes imaginar, planificar y prototipar soluciones innovadoras de manera más rápida y eficiente.
El avance en robótica educativa no sería posible sin el trabajo colaborativo.
Existen comunidades en línea donde creadores de todo el mundo comparten libremente sus diseños, ideas y códigos: Thingiverse, MakerWorld, Instructables, GitHub, MyMiniFactory, Yeggi, Robotshop, entre otras.
Allí se encuentran planos, tutoriales y modelos 3D que inspiran nuevos proyectos.
Pero también es esencial usar y compartir de forma ética.
Conocer licencias como Creative Commons, MIT, GPL o BSD nos ayuda a respetar los derechos de los creadores y a fomentar una cultura de colaboración responsable.
El corazón de cada proyecto robótico es el prototipo, esa primera versión que permite probar y mejorar una idea.
Podemos crear prototipos físicos o virtuales, usando materiales reales o entornos digitales.
Entre las herramientas más utilizadas en nuestro semillero se encuentran Blender, Tinkercad, Fritzing, FreeCAD y programas de impresión 3D como Bambu Studio.
En cuanto a microcontroladores, preferimos el hardware libre, accesible y educativo: Arduino y ESP32 son nuestras plataformas base, por su bajo costo, potencia y facilidad de uso.
Cada estudiante que se une a RemiBots descubre que la robótica no se aprende leyendo, sino haciendo.
El conocimiento surge del error, del intento, del ajuste.
Y detrás de cada cable, cada sensor y cada línea de código, hay una historia de esfuerzo, curiosidad y pasión.
Por eso, mi invitación final durante la charla fue simple:
“Que en todo momento busquemos que el aprendizaje tenga sentido, sin importar el nivel en el que estemos.”
La robótica educativa no se trata solo de construir máquinas, sino de formar mentes creativas, críticas y colaborativas.
Cada prototipo, cada idea, cada conversación en el semillero, nos acerca más a una educación donde el conocimiento se vive, se comparte y se transforma.